La realidad virtual es un medio compuesto por simulaciones de computadora interactivas que reaccionan a la posición y acciones del usuario y producen retroalimentación en uno o más sentidos, generando la sensación de estar inmerso o presente en una simulación".
Un ambiente virtual es una simulación por computadora que proporciona información a uno o varios de nuestros sentidos: visión, sonido, tacto y gusto, con el propósito de que el usuario se sienta inmerso en un mundo que reacciona ante sus acciones.
A diferencia de una película tridimensional, donde la información se integra en una secuencia de imágenes definidas de antemano y en la que el participante no puede intervenir; o de una aplicación multimedia, donde la interacción está limitada a seleccionar la secuencia en que se despliegan los objetos bidimensionales, un ambiente virtual es naturalmente tridimensional, dinámico y cambiante según los movimientos o peticiones del usuario,
quien puede explorar y experimentar de acuerdo con las situaciones generadas como combinación de su interacción con el mundo virtual y la retroalimentación que éste, a su vez, le proporciona al participante.
La realidad virtual puede ser de dos tipos: inmersiva y no inmersiva.
La realidad virtual no inmersiva o también llamada realidad virtual de mesa es aquélla que se crea cuando el participante explora diversos ambientes haciendo uso de los dispositivos de hardware comunes: mouse,
monitor, tarjeta de sonido y bocinas.
Estos medios permiten a las personas explorar a través de diferentes programas su idea mental, sus deseos, potencial izar sus habilidades, y navegar por diferentes espacios ofrecidos , creados.
Uno de los ejemplos mas claros es INTERNET, es una nueva ciudad de imagen por la cual transitamos, La Internet es un medio específica e intensamente urbano. Las redes de información, en su extensión, desorden y disparidad, se asemejan a las autopistas y avenidas de cualquiera de las megalópolis contemporáneas. Como en ellas, en la Internet hay zonas de luces y, otras, de sombras. Existen rutas directas y atajos bruscos; espacios de reflexión y muchos de diversión. Igual que en las arterias de nuestras grandes ciudades, en la red de redes podemos hallar -o sufrir- encuentros sorpresivos y, otros, pronosticables; corremos el riesgo de padecer despojos y la posibilidad de hallar deleites y retribuciones. La desigualdad social, que en las ciudades es particularmente contrastante, forma parte de las realidades que se traslucen a la red de redes.
Su carácter urbano ha permitido que a la Internet se le considere como espacio paralelo, e incluso sustituto, al de la ciudad. Como recuerda la película de la joven Bullock, en la red de redes es posible hallar sustento y pasatiempo, polémica y aprendizaje: incluso amoríos. De alguna manera, además, la Internet no sólo compite sino que tiende a desplazar a la ciudad. Si las relaciones sociales, incluso las de índole productiva, tienen propensión a realizarse en el espacio de las redes informáticas, de manera paulatina y acaso irremediable la Internet comienza a sustituir al territorio urbano. Aunque a menudo se habla de él con cierta exageración, el teletrabajo implica la existencia de una nueva vinculación, acaso menos intensa, entre el individuo y su ciudad. Quienes, en vez de hacer a diario el recorrido de ida y vuelta entre el hogar y la oficina trabajan desde su casa, ahorran hasta varias horas que de otra manera tendrían que destinar al transporte
la Internet tiene una capacidad de interacción que permite, al menos de manera esquemática o a veces casi primitiva, cumplir con los rituales o las responsabilidades que suele implicar la vida en sociedad pero sin la relación cara a cara que ha sido fundamento de esa convivencia. Ahora es posible discutir asuntos de negocios, realizar transacciones financieras -y desde luego cualquier adquisición comercial-, enseñar y aprender, buscar y otorgar consensos políticos, expresar emociones y convicciones de toda índole y relacionarse personalmente -hasta el enamoramiento, dicen algunos- a través de la Internet. Se podrá replicar que la imagen en la pantalla jamás sustituye al encuentro personal, que la vehemencia y la apariencia individuales nunca se reflejan de manera fiel si se conocen a distancia y que el trato cara a cara no sólo es más comprometedor sino, también, más confiable. Todo eso es cierto. Pero la sustitución de los espacios convencionales de relación personal y social por los sitios virtuales que creamos en la red de redes ya no es sólo una hipótesis futurista: forma parte de nuestras realidades contemporáneas.
La navegación por la WWW, más allá de sus singularidades, puede equipararse con el recorrido por una enorme biblioteca. El correo electrónico imita -y supera en velocidad, aunque la calidad de sus mensajes no se le asemeje- al intercambio epistolar tradicional. Pero hay nuevos usos de la red de redes que no parecen equiparables a otras formas de relación. El chat rompe con los parámetros habituales en el trato que los individuos pueden establecer en el espacio urbano.
Es muy grande la tentación de extrapolar el alcance de la red de redes y suponer que está desplazando a todo tipo de espacios urbanos convencionales. En la Internet se pueden cumplir muchas de las responsabilidades y los rituales de la sociedad contemporánea, pero todo tiene sus límites. Hay cosas que no se pueden hacer en una relación virtual, desde algunas de las prácticas humanas más elementales, como nacer, procrear, alimentar y acariciar, morir o matar, hasta asuntos menos relevantes pero a veces indispensables como, por ejemplo, desenchufar la computadora. Todo eso es obvio, pero a veces se olvida gracias a la parafernalia embaucadora que suele envolver la discusión y la apreciación sobre la red de redes. Probablemente el desarrollo de la cibernética permita hacer, en el futuro próximo, algunas de esas tareas aún vedadas a la actividad humana en la red de redes. Aun así, es difícil suponer que la Internet acabará por sustituir a la ciudad. En realidad, depende de ella como ningún otro medio. No sólo el cableado para recibir la señal hasta nuestro módem, la energía eléctrica y el mantenimiento de la computadora requieren de la infraestructura urbana. Además, existe una relación de mutua influencia y competencia entre el espacio urbano y el ciberespacio.
Un ambiente virtual es una simulación por computadora que proporciona información a uno o varios de nuestros sentidos: visión, sonido, tacto y gusto, con el propósito de que el usuario se sienta inmerso en un mundo que reacciona ante sus acciones.
A diferencia de una película tridimensional, donde la información se integra en una secuencia de imágenes definidas de antemano y en la que el participante no puede intervenir; o de una aplicación multimedia, donde la interacción está limitada a seleccionar la secuencia en que se despliegan los objetos bidimensionales, un ambiente virtual es naturalmente tridimensional, dinámico y cambiante según los movimientos o peticiones del usuario,
quien puede explorar y experimentar de acuerdo con las situaciones generadas como combinación de su interacción con el mundo virtual y la retroalimentación que éste, a su vez, le proporciona al participante.
La realidad virtual puede ser de dos tipos: inmersiva y no inmersiva.
La realidad virtual no inmersiva o también llamada realidad virtual de mesa es aquélla que se crea cuando el participante explora diversos ambientes haciendo uso de los dispositivos de hardware comunes: mouse,
monitor, tarjeta de sonido y bocinas.
Estos medios permiten a las personas explorar a través de diferentes programas su idea mental, sus deseos, potencial izar sus habilidades, y navegar por diferentes espacios ofrecidos , creados.
Uno de los ejemplos mas claros es INTERNET, es una nueva ciudad de imagen por la cual transitamos, La Internet es un medio específica e intensamente urbano. Las redes de información, en su extensión, desorden y disparidad, se asemejan a las autopistas y avenidas de cualquiera de las megalópolis contemporáneas. Como en ellas, en la Internet hay zonas de luces y, otras, de sombras. Existen rutas directas y atajos bruscos; espacios de reflexión y muchos de diversión. Igual que en las arterias de nuestras grandes ciudades, en la red de redes podemos hallar -o sufrir- encuentros sorpresivos y, otros, pronosticables; corremos el riesgo de padecer despojos y la posibilidad de hallar deleites y retribuciones. La desigualdad social, que en las ciudades es particularmente contrastante, forma parte de las realidades que se traslucen a la red de redes.
Su carácter urbano ha permitido que a la Internet se le considere como espacio paralelo, e incluso sustituto, al de la ciudad. Como recuerda la película de la joven Bullock, en la red de redes es posible hallar sustento y pasatiempo, polémica y aprendizaje: incluso amoríos. De alguna manera, además, la Internet no sólo compite sino que tiende a desplazar a la ciudad. Si las relaciones sociales, incluso las de índole productiva, tienen propensión a realizarse en el espacio de las redes informáticas, de manera paulatina y acaso irremediable la Internet comienza a sustituir al territorio urbano. Aunque a menudo se habla de él con cierta exageración, el teletrabajo implica la existencia de una nueva vinculación, acaso menos intensa, entre el individuo y su ciudad. Quienes, en vez de hacer a diario el recorrido de ida y vuelta entre el hogar y la oficina trabajan desde su casa, ahorran hasta varias horas que de otra manera tendrían que destinar al transporte
la Internet tiene una capacidad de interacción que permite, al menos de manera esquemática o a veces casi primitiva, cumplir con los rituales o las responsabilidades que suele implicar la vida en sociedad pero sin la relación cara a cara que ha sido fundamento de esa convivencia. Ahora es posible discutir asuntos de negocios, realizar transacciones financieras -y desde luego cualquier adquisición comercial-, enseñar y aprender, buscar y otorgar consensos políticos, expresar emociones y convicciones de toda índole y relacionarse personalmente -hasta el enamoramiento, dicen algunos- a través de la Internet. Se podrá replicar que la imagen en la pantalla jamás sustituye al encuentro personal, que la vehemencia y la apariencia individuales nunca se reflejan de manera fiel si se conocen a distancia y que el trato cara a cara no sólo es más comprometedor sino, también, más confiable. Todo eso es cierto. Pero la sustitución de los espacios convencionales de relación personal y social por los sitios virtuales que creamos en la red de redes ya no es sólo una hipótesis futurista: forma parte de nuestras realidades contemporáneas.
La navegación por la WWW, más allá de sus singularidades, puede equipararse con el recorrido por una enorme biblioteca. El correo electrónico imita -y supera en velocidad, aunque la calidad de sus mensajes no se le asemeje- al intercambio epistolar tradicional. Pero hay nuevos usos de la red de redes que no parecen equiparables a otras formas de relación. El chat rompe con los parámetros habituales en el trato que los individuos pueden establecer en el espacio urbano.
Es muy grande la tentación de extrapolar el alcance de la red de redes y suponer que está desplazando a todo tipo de espacios urbanos convencionales. En la Internet se pueden cumplir muchas de las responsabilidades y los rituales de la sociedad contemporánea, pero todo tiene sus límites. Hay cosas que no se pueden hacer en una relación virtual, desde algunas de las prácticas humanas más elementales, como nacer, procrear, alimentar y acariciar, morir o matar, hasta asuntos menos relevantes pero a veces indispensables como, por ejemplo, desenchufar la computadora. Todo eso es obvio, pero a veces se olvida gracias a la parafernalia embaucadora que suele envolver la discusión y la apreciación sobre la red de redes. Probablemente el desarrollo de la cibernética permita hacer, en el futuro próximo, algunas de esas tareas aún vedadas a la actividad humana en la red de redes. Aun así, es difícil suponer que la Internet acabará por sustituir a la ciudad. En realidad, depende de ella como ningún otro medio. No sólo el cableado para recibir la señal hasta nuestro módem, la energía eléctrica y el mantenimiento de la computadora requieren de la infraestructura urbana. Además, existe una relación de mutua influencia y competencia entre el espacio urbano y el ciberespacio.
No hay comentarios:
Publicar un comentario